viernes, 6 de junio de 2014

Copo de Algodón en la Escuela Manuel Bartolomé Cossío: un cuento encantado


Todos y Copo de Algodón

Lo único que haría falta para que esta historia parezca un cuento encantado sería comenzar con las palabras mágica de...

Había una vez...


... una maestra que se llamaba Adriana. Ella amaba profundamente las flores y los cantos de la cultura azteca y trataba de transmitir a sus alumnos de primer año de primaria la inmensidad de su amor. Ya lo había hecho con su hija, una hermosa niña más grande, que tenía el bello nombre de Citlalli, que significa "estrella" en la resplandeciente lengua náhuatl.

Un día, Citlalli encontró en una librería un libro de portada roja que tenía la mitad del rostro de una niña azteca. Se llamaba "Copo de Algodón" y Citlalli lo llevó a su casa para leer su historia.

Otro día, al ver Citlalli que su mamá estaba muy entusiasmada con los resultados obtenidos en su clase a propósito de los aztecas, le dijo:
-¿Y por qué no les lees el libro Copo de Algodón?

Adriana así lo hizo y como los niños de esa escuela aman los libros, de inmediato se sumergieron en el mágico mundo de la gran Tenochtitlan.

Como una de las actividades paralelas al programa, Adriana, apoyada por varios papás y mamás de la escuela, llevó a los niños al Templo Mayor. Ahí, además de contemplar los majestuosos cimientos del edificio, disfrutaron de las esculturas de Coyolxauqui y Tlaltecuhtli, de la sala dedicada a Tláloc, del impresionante tzompantli y para que las palabras fueran encontrando sus objetos, también ahí, en el templo mayor, Adriana les leyó a los niños pasajes del libro Copo de Algodón. Al término de la visita, los niños elaboraron un hermoso libro en el que dibujaron y describieron lo que más les había impresionado de su visita al museo: las escaleras del templo, las serpientes, el recuerdo de Tláloc y también el de Huitzilopochtli.



Varias semanas después,  Aili, una de las niñas del grupo, acompañada de su hermanita Anneli y de sus papás Elli y Carlos, fue a visitar el Castillo de Chapultepec. Era un domingo, el primero de junio y el castillo resplandecía como una joya en el cielo azul. Una música atrajo la atención de todos y se dirigieron al Alcázar, que es el lugar donde en el Castillo de Chapultepec se llevan a cabo los conciertos de música y danza y otras actividades culturales. Para su sorpresa, en ese momento se hablaba de la niña que Aili conocía bien: de Copo de Algodón. Y había títeres y canciones y un pianista que como el príncipe del Castillo hacía vibrar de alegría a las viejas piedras y a los venerables árboles. La autora del libro leía fragmentos de su obra y ante Aili y Anneli se empezó a dibujar con palabras el rostro de Copo de Algodón.
Al salir del Castillo, Aili le dijo a sus papás que ella ya sabía de ese libro y se les ocurrió la idea de invitar a la autora a su escuela.

Con David García, aquella tarde en aquel castillo


Y así se hizo. Cuando la autora entró al salón de clases y vio a Adriana, sintió que estaba con una hermana, con alguien que había conocido en un sueño o en una felicidad. Ambas iban vestidas del mismo color -¡qué casualidad!- y descubrieron que habían caminado siempre en el mismo camino, uno que tiene pintadas huellas, como los antiguos códices y que estaban juntas en el amor por las flores y los cantos y toda la belleza de los antiguos mexicanos...

... que son los mexicanos de hoy: todos esos niños que como Aili y Anneli aprenden a amar sus raíces y aportan su mirada fresca y clara y que nos enseñan a los adultos a valorar el mundo en que vivimos, el agua que bebemos y la luz que nos alumbra. Elli había llevado el disco "Flor y Canto para Copo de Algodón", del Maestro David García, y mientras se firmaban libros y los niños escribían reflexiones sobre las emociones del encuentro, sonaban los temas que ya son entrañables: Sinfonía de los volcanes, El collar de piedras finas, El Tema de amor de Copo de Algodón...

Adriana, mi hermana en las flores y los cantos (MGE)


Como una sorpresa más, Adriana pidió a sus niños que cantaran la canción en náhuatl que ella les había enseñado. Y ellos dejaron caer las palabras aztecas como una lluvia preciosa, que podemos escuchar aquí gracias a la tecnología. Se trata de la nana "Ma cochi piltzin", "Duerme, niñito mío", una dulce filigrana que tal vez o seguramente, arrulló hace mucho tiempo, tanto que nadie puede contar, el sueño de Copo de Algodón:




¡Gracias Aili, por reunirnos a tod@s en torno a Copo de Algodón!

 

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